11/13/2007

3/1-A LILI Y TIO GUSTAVO




Desde mi cuna, cuando Mamá o Papá, deslizaban suavecito
sus manos acariciándome al creerme dormido, sentía también
la presencia de esos duendecitos alados, a los que llamaran
angelitos de la guarda.
Sentía curiosidad de ver sus rostros, pero siempre me quedaba
dormido. Ultimamente y a pedido de Dios, estuve inconciente
un tiempo y entre sueños advertí el calor y amor de Mamá y Papá,
confundiéndose con ellos unas manos que día y noche me mimaron.
Escuchaba unas voces que con dulzura me tentaban a despertar.
Perdónenme, los sentí y escuché pero ya me había comprometido
con el Señor que estaba preparando mi viaje.
Me sentí maravillado porque por primera vez pude ver el rostro de
dos angelitos y grabar en mi mente sus nombres. Aprendí a quererlos
y desde este paraíso en que me encuentro, no dejaré de pedirles que
cuiden siempre a tantos hermanitos para que, como yo, tengan la
suerte de haber sentido el amor de Lili y tío Gustavo.
Ah, aproveché que Papá se encontraba dormido y ocupé su mano para
escribirles.
Los amaré siempre.

Federico

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